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Tanto saber ¡y poco entender! Reportaje sobre «Infoxicación» con entrevista al Director de Escuela

Cuando se masificaron las tecnologías, y en especial Internet_comenzó la incipiente necesidad de estar hiperconectados con todo y todos. Tanto creció el fenómeno que la sociedad fue padeciendo una seudopatología que los expertos denominaron Infoxicación, es decir, la intoxicación por exceso de información que nos insta a querer saberlo todo, pero con una escasa posibilidad de analizar y entender.

Cómo no recordar aquellos años en que la vida era distinta; la ciudad existía, obviamente, pero era más tranquila. Había pocos canales de televisión, las cartas las traía el cartero en una bicicleta y eran escritas de puño y letra. Nos comunicábamos con nuestras amistades por teléfono fijo, y si era algo muy urgente, el telegrama nunca fallaba. La vecina buena onda y que tenía teléfono era el nexo entre el jefe de hogar y su familia cuando éstos se querían comunicar, situación que se daba sólo en casos realmente necesarios o urgentes.

Otra cosa que marca una clara diferencia entre los tiempos de antaño y los actuales es sin duda la información a la que teníamos acceso. Antes los diarios no eran otra cosa que plataformas informativas de papel, que entregaban en detalle las noticias de lo que pasaba el día anterior. Hoy eso se mantiene, pero la necesidad de la gente por una inmediatez en lo que a información se refiere, ha hecho que los medios tradicionales como diarios, televisión, radio y portales de Internet informen de todo lo que sucede minuto a minuto y de manera instantánea.

Se podría decir que por estos días vivimos en medio de una avalancha de información que nos bombardea segundo a segundo sin piedad, y en todas direcciones. Haciendo una analogía, es como que antes mirábamos lo que pasaba en el mundo a través de una ventana, pero hoy lo hacemos a través de miles de ventanas que están ahí y a las cuales tenemos acceso directo en tiempo real y casi gratuitamente.

El neologismo “Infoxicación” fue acuñado por el físico español Alfons Cornella, para definir el exceso de información. El término se refiere al estado de estrés que padece una persona ante una sobrecarga sistemática de información. En Estados Unidos se ha señalado como un trastorno denominado Information Fatigue Syndrome (IFS), lo que vendría siendo una fatiga informativa que es capaz de provocar en las personas expuestas a este tipo de realidad, confusión mental, angustia y miedo al colapso. Generamos y recibimos información que se multiplica cada vez más.

Todo esto hace que nos sintamos angustiados ante la imposibilidad real de estar al día, ya que siempre se tiene la sensación de estar “atrasados”. Correos electrónicos, mensajes de texto, buzón de voz y llamadas telefónicas, hacen que sin duda todo esto se transforme en una gran bola de información que se suma a los medios tradicionales como la televisión, radio y por cierto la publicidad estática, que sin querer vemos en la calle, en la micro, el Metro y hasta en el piso, los edificios y cualquier rincón por donde caminamos.

Cuando queremos distraernos vamos a un restaurante, y podemos encontrarnos fácilmente con unas promotoras que se acercan para entregarnos información o publicidad; los baños de los bares tampoco nos dejan un segundo solos, y hasta allí llega la información mientras hacemos nuestras necesidades.

Todo lo anterior produce a la larga un agotamiento intelectual y mental incipiente, que no se nota y puede derivar en diferentes grados de ansiedad, debido a que siempre está latente la sensación de que no podemos con todo. En aquellas personas más proclives podría acabar generando depresión y aislamiento, puesto que el infoxicado no pierde la esperanza de ponerse al día y se adentra cada vez más en su estrés comunicacional. Es sin duda la nueva forma de nuestra existencia, hiperconectados al máximo, ansiosos de saberlo todo, lo que en definitiva nos hace incapaces de procesar tanto y terminamos entendiendo nada. Esa es la Infoxicación el nuevo término que poco a poco irás acuñando como propio, seguramente porque sentirás que lo estás padeciendo.

La raíz está en la web

Según Olegario Hernández, director de la Escuela de Psicología de la Universidad de Las Américas, este fenómeno tiene su raíz en los avances tecnológicos a los que hoy en día tenemos acceso. “Las redes sociales han penetrado primero con los computadores personales y notebooks, pero ahora con los celulares y los tablets y muy pronto, con los televisores digitales. La cultura se ha visto permeada por estos verdaderos portones de acceso a la información a nivel global. En consecuencia, existe una interfaz sencilla de acceso a información, masiva y fácil de usar. Hay que hacer hincapié en que información no es sinónimo de conocimiento. Ahí radica el punto que separa a los informados de los infoxicados. Los lpads, lphones, televisores digitales, toda esa tecnología, facilitan el acceso a la información, transformando a los usuarios en consumidores, pero no garantizando que sean capaces de discriminarla, analizarla y procesarla, es decir, no asegura que sean Conocedores” Según Hernández, la humanidad ha conocido antes fenómenos de masificación que han acercado la información a la gente. La imprenta, la radio, la televisión, todos los medios de comunicación de masas, y desde los 90 el Internet, son quizá los hitos más significativos. Sin embargo, nunca antes la tecnología había permitido tal grado de difusión. El neologismo “Infoxicación”, que consensa las palabras “información” e “intoxicación”, expresa un fenómeno más reciente.

Se piensa que las consecuencias de la sobreestimulación informativa difieren mucho entre adolescentes y adultos. Para los jóvenes se trata de una cultura con la que ya han nacido y no conocen otra. En cambio, los que vienen de otra época han estado en dos situaciones diferentes, y ahora sienten necesidad de “resetearse” para estar en sintonía con lo que está pasando alrededor, pero a la vez sus circuitos le dicen otra cosa. El tema es saber también, ¿hasta donde es bueno estar tan hiperconectado? Al respecto el psicólogo de la UDLA señala que decidir si es bueno o malo, no es el tema. “No es un problema moral. La hiperconectividad es parte de nuestra realidad. No es modificable. Cada vez será más fácil.

El problema que este escenario genera, en el fondo, es de capacidad de discriminación. Es un tema de competencias nuevas a todo nivel. ya no basta que se enseñen contenidos, pues están disponibles. Se trata que los docentes enseñen a discriminar, a analizar, a digerir, a procesar, con el fin de que los alumnos, y las personas en general, tengan información para poder definir un punto de vista propio. Alguien ha sostenido que la capacidad de elegir entre varias alternativas nos hace felices, pues es una expresión de libertad. Pero ocurre todo lo contrario, pues ante tantas alternativas, nos paralizamos. Esa parálisis sólo puede superarse si aprendemos a detectar claves para seleccionar la información útil para nuestros fines” Si bien algunos estudios sostienen que en la actualidad un niño desde que nace hasta que cumple 10 años ha recibido el mismo volumen de información que obtenía un campesino del siglo XIX a lo largo de toda su vida, el profesional explica que hoy en día es necesario replantear algunas competencias que se enseñan en el colegio. No hay que centrarse sólo en contenidos, sino que en herramientas que permitan seleccionar la información relevante y significativa para las vidas particulares de los estudiantes.

La era de las interrupciones

Hoy en día, las llamadas tecnologías de la información (TIC) han invadido nuestros espacios laborales, familiares y de estudio. Todo gracias a una incesante red de estímulos on line que muchas veces impiden la concentración y la verdadera productividad. Ello nos lleva a estar en una especie de estado virtual “de presencia” en todo lados, pero se está en ninguna parte en realidad. Si llevamos la situación al ámbito de los ejecutivos, son ellos quienes más ostentan -por un tema de recursos y supuesta necesidadpoderosas laptops y teléfonos inteligentes. Atienden llamados durante reuniones, almuerzos o hasta en el baño. Se podría decir que ellos representan de alguna manera el paradigma de la eficiencia corporativa. Sin embargo, algunos estudios realizados señalan que un gran porcentaje de tiempo en las empresas es malgastado por las llamadas “interrupciones on line”, que muchas veces no son ni urgentes ni necesarias, y retomar el hilo podría costar en promedio unos 25 minutos. Según señala un artículo del diario La Nación de Argentina, un informe de la empresa IORG (Information Overload Research Group), organización creada por compañías tecnológicas, como Intel, IBM, Microsoft y Xerox para medir estados de productividad, el principal peligro de las interrupciones es el deterioro que provocan en la memoria de corto plazo, ya que se comprobó que el 40% de las veces la tarea inicial queda olvidada por el trabajador, que es arrastrado por una oleada de nuevas tareas.

Escasez de atención

Si bien son muchos los contenidos que queremos abordar durante el día, no nos damos cuenta que aquello que creemos que nos satura a la larga nos bloquea, y esa capacidad de leerlo todo decae debido a que el promedio de lectura de un texto en la web no sobrepasaría las 200 palabras. Por lo tanto, resulta paradójico, pero mientras más tenemos para leer, menos leemos.

Hoy en día los jóvenes tienen una estructura de pensamiento fragmentada, tal vez mucho menos profunda pero sí con un gran porcentaje de creatividad, debido a la rapidez con que son capaces de saltar de un tema a otro, lo que han desarrollado gracias a que han logrado total sincronía con las plataformas de Internet, y de la misma forma funcionan en la vida diaria; por ejemplo, la cantidad de veces que se hace zapping con el control remoto, lo que no solo atañe a los más jóvenes. Ante tanta cantidad de canales de televisión que ofrece el cable, la forma indiscriminada de revisar más de cien emisoras nos puede tomar gran cantidad de tiempo en que en realidad no hemos visto nada en concreto.

Es fácil observar pantallas de computador donde una persona, cualquiera sea, puede estar ocupando fácilmente cerca de 8 o 9 ventanas a la vez. Al mismo tiempo contesta un mail por el celular y mantiene la televisión o la radio encendida.

Cuando se va a una reunión, muchas personas aprovechan de estar conectadas, navegan en la web, contestan mensajes desde sus dispositivos portátiles, ya sean teléfonos o netbooks. Lo más probable es que, al terminar el encuentro, nadie sepa a ciencia cierta de qué se habló. Al respecto existen muchos casos en nuestro país, algunos incluso a nivel político, ya que en el Congreso, más de alguna vez se ha sorprendido a parlamentarios navegando en internet en páginas que por cierto nada tienen que ver con lo que se está tratando en el hemiciclo. Asimismo, en la reciente cuenta pública entregada el 21 de mayo por el presidente de la República, Sebastián Piñera, en el Congreso Nacional, todo Chile pudo observar la cantidad de parlamentarios y ministros que permanecían pendientes de las redes sociales -en especial de Twitterleyendo y contestando mensajes durante gran parte de la sesión.

El vicio

Alejandra Hernández vive en Valdivia, es estudiante de Hotelería y Turismo y se considera una usuaria frecuente de las redes sociales. “En mi caso las utilizo demasiado, diría yo; de repente, la verdad es que pasa a ser un vicio. Además que ahora todo es a través de correos y redes sociales.

En la U hasta los profes lo utilizan para comunicarse con los alumnos y una debe estar siempre pendiente de una prueba o un cambio de fecha”, señala la estudiante de 28 años. Confiesa que algunas veces la satura la cantidad de distracciones en la red, y que es algo que no deja de molestarla, pero que simplemente ha aprendido a convivir con aquello. ‘Algunas veces me molesta, es que es mucho de todo, de pronto hasta se transforma en algo negativo, pero cuando llego a esa instancia me dedico a lo mío, a lo que estoy haciendo, y sencillamente no pesco las otras ventanas.., las dejo ahí que hagan intermitente” Jorge Palma trabaja en Santiago y él ha optado por discriminar lo que hace. “Si bien hay mucha info, soy selectivo con lo que quiero leer, ver y escuchar De todas formas de vez en cuando no viene mal un ‘paveo’ de cosas nuevas, y exploro mucho para refrescar contenidos de la web’l En relación a lo que sucede en nuestro país, el psicólogo Olegario Hernández manifiesta que, en un gran porcentaje, las personas no comprenden lo que están leyendo, fenómeno que se da a todo nivel. “Se ha ido mejorando en eso, pero aún nos falta para alcanzar niveles de comprensión de lectura adecuados para que se pueda sostener que en Chile la información es bien procesada. Si a eso se le agrega que la tecnología se ha masificado enormemente, especialmente con los celulares, es posible hipotetizar que hay un riesgo de Infoxicación”: En cuando al tema de género, el especialista señala que no se conoce de estudios que permitan sostener que hay diferencias significativas entre hombres y mujeres al respecto.

Este tema da para pensar que cuanto más avanza el mundo y los medios de comunicación, es cuando menos nos podemos comunicar e informar. El investigador español Juan Fernández García, en su libro “Más allá de Google” (2009), señala que el problema de la atención se podría resumir en dos puntos. El llamado Ancho de Banda y la Atención Personal. El primero, la información que recibe la gente, no para de crecer, porque la tecnología permite enviar más información en menos tiempo, y porque hay más agentes que emiten hacia los receptores potenciales. Este “ancho de banda personal” es la cantidad de información que alguien recibe por unidad de tiempo, lo que crece cada día que pasa. Al mismo tiempo, la “Atención Personal”, o sea, la cantidad de tiempo que uno puede dedicar a cada información que recibe, disminuye cada vez más. Es lógico, porque ambas variables son inversas la una de la otra: a mayor “ancho de banda personal”, menor capacidad de “atención personal”.

Cómo salir de la avalancha

Si bien es inevitable vernos expuestos a una gran cantidad de datos cada día, porque sencillamente estamos insertos en el sistema o bien trabajamos con ello, es bueno tener claro nuestros límites y saber compensar todo con espacios de tiempo libre, y darnos una pausa, algo que distraiga nuestra atención y que no tenga que ver con lo que estamos haciendo a diario. Así, lograremos descansar. Lo ideal es volver a la calma, puesto que en el estresante ámbito de la Infoxicación existe un permanente temor a que si no estamos conectados, tal vez nos perderemos de algo relevante, siendo que en realidad de lo único que tal vez nos estamós perdiendo es de toneladas de información que en realidad no necesitamos. Para Alfons Cornella, la solución radica en que hay que diseñar instrumentos para reducir el ruido informacional que recibimos, y aumentar la productividad del tiempo de atención de que disponemos. El experto señala que ya se tienen herramientas para hacerlo, pero que las personas no las usamos debidamente.