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Chile: cambio climático y reducción de las emisiones de CO2

Chile tiene una gran meta para enfrentar el cambio climático: de acuerdo al compromiso adquirido en la cumbre de Copenhague (2009), deberá reducir el 20% de sus emisiones de CO2 de aquí al 2020. El desafío es grande, si consideramos que los actuales niveles de crecimiento requieren, entre otras cosas, de una mayor demanda energética, lo que a su vez eleva las emisiones asociadas a su generación. Algunas cifras dan cuenta de este fenómeno: de acuerdo al primer inventario de emisiones del país, entre 1984 y 2006, sólo las emisiones por concepto de generación de energía crecieron en un 281%, situando a Chile en la posición 65 en la lista mundial de países que emiten gases de efecto invernadero, con una contribución del 0.2%, cifra que si bien parece pequeña, deja al país como el quinto de América en emisiones per cápita, con 4,3 toneladas de CO2 por habitante al año.
 
Revertir esta situación no es tarea fácil. Diversas iniciativas buscan implementar una política integral que aborde de manera concreta la mitigación del efecto invernadero, de ahí que se hable de eficiencia energética, energías renovables, reforestación, etc. Más allá de estas iniciativas, contar con una economía baja en carbono requerirá principalmente, diversificar la matriz energética del país, lo que implica un férreo compromiso de toda la economía para migrar hacia tecnologías más limpias.

Paradójicamente, el territorio nacional presenta gran diversidad de recursos energéticos no convencionales y poco explotados, como biomasa, geotérmicos, eólicos, entre otros; los que organizados en proyectos locales, contribuirían significativamente a satisfacer la demanda nacional y a disminuir las emisiones provenientes de la utilización de combustibles fósiles. Sin embargo, es necesario considerar que el uso de estos recursos en forma eficiente y responsable, requiere de una inversión sustantiva en la preparación de capital humano calificado, tecnología de punta e infraestructura, la cual de ser absorbida por la economía nacional, podría retrasar las expectativas de desarrollo. Es la disyuntiva entre crecer rápido, sin regulación ambiental y con tecnología barata, pero contaminante, o bien, hacerlo de manera más lenta, con tecnología limpia, pero a mayores costos de inversión.

De ahí que el apoyo y cooperación internacional, especialmente de los países desarrollados con economías altas en carbono, permitirá la conversión gradual a tecnologías más verdes, alcanzando las metas propuestas.

Esta colaboración encausada no sólo por la vía del apoyo financiero, sino más bien por la vía de la transferencia tecnológica y la capacitación, dará pie a un nuevo modelo de mercado, manejado en base a la huella de carbono, que permitirá a las grandes potencias frenar sus emisiones, y a los países en desarrollo mantener un crecimiento sostenido con una economía baja en carbón.

Karlo Guerrero M.
Director Escuela de Bioingeniería e Ingeniería Ambiental.
UDLA

Octubre 20 de 2010